jueves, 6 de agosto de 2009

ABAJO LAS CÁRCELES

El concepto de delito o de pecado debiera desaparecer de las conciencias como actos relacionados con la moral o la honradez. Las cárceles no contribuyen a reparar los daños que causan los inmorales criminales y corruptos. Son, al contrario, refugio de los indigentes, los fanáticos, o los grandes depredadores económicos.. Cuando la corrupción tanto moral como económica se extiende como un reguero en todos los ámbitos de la sociedad, perpetrada por los propios dirigentes políticos o religiosos, las cárceles no sirven parra nada. Son muchas veces como hoteles de temporada que muchos rigurosamente honrados lo quisieran para poder vivir.
Además, el costo de tantas construcciones carcelarias, su mantenimiento debe ser gigantesco para el erario público, Nadie, en los países democráticos, le teme a la cárcel. La sola privación de libertad por espacios cada vez más reducidos, no son determinantes para prevenir los grandes delitos de criminales y ladrones.
¡Cuantos crímenes se cometen, a sabiendas de que el castigo sería como mucho una vida sosegada y tranquila costeada de todo como en unas vacaciones!
¡Cuantos ladrones de corbata y cuello duro lo hacen a sabiendas de que con abogados y unas leyes benévolas les permitirán por muy poco tiempo el presidio de sus sueños!
¡Habría que pensar que piensan los terroristas que matan sabiendo que su final será como máximo una cárcel convertida en hotel, como ingenuamente les amenazan los gobiernos y los jueces!
La alternativa a las cárceles no son la pena de muerte, no son las torturas, no es el GAL, no es la discriminación: SON EL TRABAJO.
Hay que convertir las cárceles en CENTROS DE TRABAJO no remunerados para que los presidiarios devuelvan a la sociedad el daño causado. Se dirá que las muertes no se pueden pagar con el trabajo, pero menos se pueden pagar en cárceles convertidas en hoteles.
El procedimiento a seguir sería tal vez un tanto arduo, pero habría que abordarlo como primera necesidad para el futuro próximo.

domingo, 2 de agosto de 2009

ROBAR YA NO ES PECADO

ROBAR YA NO ES PECADO

Cuando yo era un niño había en mi pueblo un monaguillo que había robado del cepo de la Iglesia unas cuantas monedas que se llamaban entonces “perrasgordas” o “perraschicas”. Fue expulsado por el cura de la iglesia y rechazado por todos los feligreses, y yo mismo lo miraba de arriba abajo como a un bicho raro. Robar y además a la iglesia, ¡cómo se había atrevido a tanto! La palabra robar que hoy se llama “corrupción” ha perdido todo el valor negativo que tenía antaño, sobré todo cuando se trata de cantidades fabulosas robadas al Estado. Los representantes políticos que acumulan grandes riquezas para ellos, y que pertenecen al pueblo contribuyente, no son expulsados de la Iglesia, ni del Estado, ni siquiera rechazados por sus votantes favoritos. Muy al contrario, son paseados en olor de multitud, de jueces en jueces, rodeados de periodistas, esperando, si acaso, una estadía corta n una cárcel, en donde rumiar tranquilamente sus fechorías, y salir muy pronto a disfrutar de lo robado.
¡Cuánto me acuerdo ahorra del monaguillo de mi pueblo que robó del cepo unas monedas, quizás para llevar a su abuela, o quizás para comprarse un juguete que no le habían podido echar los Reyes Magos!
2009
Sevilla 1ª de Agosto