jueves, 10 de junio de 2010

HACIA UNA RECONVERSION SINDICAL

HACIA UNA RECONVERSION SINDICAL

A las puertas del siglo XXI todas las fórmulas para reivindicar derechos sociales tienen que ser modificadas. Ya lo estaban siendo los sistemas políticos implantados a primeros de este siglo. El experimento de un socialismo integral, fracasado por utópico, ha generado la necesidad de una reconciliación de posturas extremas entre socialismo y capitalismo que hace necesario el uso continuado del enfrentamiento social.
Los sindicatos fueron el arma más poderosa para obtener las mejores sociales, ya consagradas, que hoy disfrutan los trabajadores. Anteriormente, éstos vivían manteniendo una lucha sorda e ineficaz contra el capitalismo que arrastraba la injusticia y el despotismo desde los tiempos medievales. Pero ya estamos muy lejos de aquellos tiempos, y también lejos de aquellos periodos de lucha que surgieron a raíz de la primera revolución industrial, y de aquel primero de mayo de 1886 cuando en las calles de Chicago se produjeron muertos sindicalistas por reivindicar la semana laboral de 48 horas.
El obrero de hoy no tiene la conciencia de clase que tenía el obrero de primeros de siglo porque entonces todavía el rico perezoso se sustentaba a expensas del trabajador explotado. El obrero de hoy es un vendedor de su trabajo sin ningún complejo de inferioridad social. Los sindicatos primitivos fueron revolucionarios anarquistas, después socialistas, cristianos, etc., pero siempre alimentados por una base ideológica que les suministraba su razón y su fuerza. Estas bases se han resquebrajado con el derrumbe de las ideologías, porque ya los mismos partidos tienden a perder sus señas de identidad para refundirse, con siglas diferentes, en una sola dirección: el libre juego de la economía de mercado. La lucha política de clases ha terminado. De ahí que todos los partidos políticos, tanto de derechas como de izquierdas luchan por conquistar el centro.
El proceso de implantación de la nueva tecnología industrial que exige inevitablemente las reconversiones industriales en marcha, exigen al mismo tiempo, una reconversión de las fuerzas sindicales. Pero éstas siempre fueron rezagadas para aceptar los cambios evolutivos que se han sucedido a través de la historia. Recuérdese aquel célebre movimiento sindical llamado “ludismo” por su iniciador Ned Ludd, que surgió en Inglaterra y que después se extendió por el resto de la Europa industrial, y que consistía en destruir toda la maquinaria moderna por creerla culpable de la bajada de los salarios y el crecimiento del paro.
Los dos grandes sindicatos de nuestro país están como enquistados en sus formas originales de reivindicación. Es difícil entender que no puedan o no quieran darse cuenta que la economía se rige por leyes de rigurosa precisión. El Estado puede y debe reconducir el proceso económico para evitar que el egoísmo de las partes pudiera alterar los derechos que afecten a los componentes de una sociedad de libre mercado, pero ni los sindicatos ni el gobierno pueden sobrepasar el límite que haga romper el equilibrio de estos cuatro factores: producción, coste, consumo y por ende, el bienestar social. Para resolver estos desequilibrios es necesario analizar el hecho económico en su conjunto, sin tener en cuenta solamente las simples reivindicaciones de una de las partes, las cuales, en un proceso económico equilibrado se nos darán por añadidura.
Los sindicatos del futuro deberán ser, antes que políticos, corporativistas; es decir, el que se tenga en cuenta el proceso de producción y los intereses del trabajador como una sola unidad para producir riqueza; antes que ideológicos, economistas: antes que fuerzas de choque, factores de formación e información de sus representados. Los sindicatos del futuro podrían adoptar un sistema corporativo, algo parecido a lo que postulaba aquel Papa social León XIII en su célebre encíclica Rerum Novarum de 1891.
La amenaza de otra huelga general como las otras dos habidas del 14-D y del 28-M, no resolverá por sí el problema del paro, que viene condicionado por causas mas profundas y no por un simple forcejeo político. Si el Gobierno, presionado por los sindicatos cede y renuncia a su plan de choque, aunque éste sea experimental de los contratos de aprendizaje y de la reforma del mercado laboral, habrá dado un paso atrás y habremos perdido una ocasión de caminar por otros senderos en busca del empleo, senderos que parecen necesarios por sensatos.
Sería bueno recordar a los sindicatos que en los congresos internacionales de sindicatos celebrados en Sttugar en 1902, en Dublín en 1903 y Ámsterdam en 1905 acordaron desechar la huelga general como medida de reivindicación para los trabajadores, por su ineficacia y sus efectos secundarios negativos. Las huelgas del 14-D, del 28-M y la próxima del 27-E no han resuelto ni resolverán nada, y sí contribuyen a destrozar la economía general y al desgaste cada vez mayor de unos sindicatos. Pero sí son necesarios para sentar a una mesa a concertar medidas con el resto de los interlocutores sociales y que, sin perjudicar a ninguna de las partes, con un esfuerzo de generosidad, reconduzcan una economía de transición que necesitamos para integrarnos definitivamente en Europa.

Sevilla, Enero 1994

Firmado: Juan Covaleda